El Sevilla se levantó de la cama con una resaca duradera, la fabricada en una noche esquizofrénica en La Catedral, pero acabó el día olvidándola. Los de Jiménez utilizaron los tres puntos, necesarios, como el mejor de los medicamentos para subsanar el estado que tuvo su epicentro en Bilbao. El Sevilla controló el partido, puso tierra de por medio; pero, finalizó pidiendo la hora, ahogado. El Almería tardó en despertar y lo pagó con la derrota.
Los nervionenses se llevaron una batalla con significado. Ganaron algo más que un partido, que podía haber tenido consecuencias preocupantes en caso de pinchazo. Además, encontró un futbolista. Se llama Perotti, argentino. Sus recursos y su descaro, al servicio del primer equipo sevillista, influyeron, y mucho, en el destino del partido.
Marcó pronto el Sevilla. Romaric buscó a Kanouté de primeras dentro del área, y lo encontró. Pellerano se tragó el servicio del '22' y Kanouté hizo el resto. Entre el pecho y parece que el brazo acomodó el cuero y fusiló a Alves por bajo. Era el golpe del africano, un futbolista gigantesco. Su valor e importancia no pueden medirse en un Sevilla que vive de sus goles y fútbol.
El guardameta brasileño se convirtió en una pesadilla para Luis Fabiano, que entró al campo justo después del segundo gol. Kanouté tuvo parte de culpa, ayudado por uno de los asistentes de Rubinos Pérez. El delantero recibió en claro fuera de juego. El Almería tiene motivos para protestar. Renato, después, llevó el balón a la red por un camino inesperado. Quiso acomodarla con la zurda y, producto de la fortuna, superó a Alves con una vaselina que no entraba en sus cálculos.
Tampoco estaba en la cabeza de Renato dar vida a su rival, pero lo hizo. Llegó tarde en una zona no habitual y zancadilleó a Piatti dentro del área. Negredo no perdonó desde los once metros, y al Sevilla le entró el miedo. Reculó y esperó poner tierra de por medio a la contra. Sonó el pitido final y respiró Nervión. El Sevilla ganó para olvidar su salida copera. En la Liga sigue firme.
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