jueves, 12 de marzo de 2009

RACANO ATLETI


El Atleti se despide traicionándose.


El regreso del Atleti a la Champions se difuminó en los octavos de final. Los rojiblancos no se alejaron de su triste idiosincrasia y se fueron de la máxima competición continental sin perder un sólo encuentro, pero sí su sonrisa. Parece hecho a propósito.
El 2-2 del Calderón lastró un segundo asalto en el que el Atleti no respondió. Los colchoneros dejaron de lado la pasión, el movimiento que hubiese favorecido sus intereses en Oporto. Ordenado, sin más, el Atlético no aceleró ante un Oporto frío y calculador.


El Atleti no siguió su guión del descontrol, el que estimuló su juego contra Barça y Madrid. Abel lo corrompió desde el inicio. Forlán, el incombustible, empezó el encuentro en el banquillo. Los motivos del toledano para dejar a su mejor futbolista fuera del once inicial siguen sin entenderse, a pesar de sus explicaciones. El uruguayo salió al rescate allá por el 54' y pasó desapercibido. El charrúa no se escapó de la confusión de un Atleti que entró en el juego del Oporto.


El Atlético aguantó la embestida de los guardianes de Do Dragao como pudo. Cuando tomó los mandos, producto del interés local, el Atleti no sonrío. Los de Abel, muy serios en defensa con Pablo y Ujfalusi de candados, no dieron lugar al descontrol, propicio para sus intereses. Agüero, desconectado, en solitario, y a una distancia sideral del resto de sus compañeros, se aburrió ante la situación. Entre medias, el árbitro holandés no pitó un penalti de Bruno Alves a Simao. El colegiado tambié le negó al Atlético su momento.


Hulk buscó un 'gol olímpico' desde la esquina que evitó el larguero, Lisandro se topó con la misma madera y Leo hizo el resto, manteniendo con una vida engañosa a su equipo. El Atlético no se acordó de sus virtudes y se limitó a rezar en su campo, pero se olvidó de que eso no era suficiente. Un sólo gol le echó de la Champions, un tanto tan simple como lejano. No perdió, pero la derrota es evidente. Los de las rayas de los colchones lamentan su destino.

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